¿Debate anestesiado o consolidación de un proyecto?

La presentación oficial de la candidatura a la Presidencia de la UNLP para el período 2018-2022 del Vicepresidente Institucional en tanto muestra de continuidad del equipo de gestión actual, ha suscitado opiniones, adhesiones y críticas que evidencian una de las características distintivas de nuestra comunidad universitaria: el clima de debate permanente.

El análisis de implementación de políticas públicas tiene entre sus puntos de reflexión estratégica la continuidad de los equipos de gestión y su impacto en la consolidación de acciones en el corto, mediano y largo plazo. Es un tema de agenda académica y de gestión pública.

En este sentido, el análisis de los diferentes gobiernos a lo largo de la historia de nuestro país, ha permitido a académicos reconocidos identificar un tipo de fenómeno que han denominado “desmemoria institucional”. Con este concepto se refieren la discontinuidad de las políticas y la dificultad en el reconocimiento y coordinación de planes y programas que son diseñados por equipos pertenecientes a diferentes períodos de gobierno. Este concepto nos permite identificar la importancia que adquiere el sostenimiento de proyectos institucionales de mediano y largo plazo en el logro de resultados de política que pretenden impactar en cambios estructurales.

Por otro lado existen numerosas experiencias donde la perpetuación en los cargos de individuos y equipos, han impactado negativamente en el fortalecimiento institucional de las organizaciones. Es sin duda un punto de análisis interesante para profundizar. Comprender los efectos positivos y negativos que esta continuidad comporta, implica ante todo explicar situacionalmente y estar a la altura de las circunstancias en el entendimiento de procesos organizacionales, por momentos inteligibles, que han sido desencadenados.

En períodos democráticos y en organizaciones complejas desde su tamaño y composición actoral, sería ingenuo pensar que es posible anestesiar debates, ya que se estaría simplificando lo que allí sucede. El cogobierno universitario, la dinámica de los claustros, las relaciones internas y externas que los actores establecen, los modos de construcción históricos de alianzas y conflictos hacen que sea inviable comprender a la UNLP como una organización sencilla de conducir y/o gobernar.

Por el contrario, se presenta como un gran desafío en la búsqueda de equilibrios para consolidar proyectos con direccionalidad estratégica que trasciendan la discusión por espacios, poniendo en juego los valores políticos, éticos y filosóficos que sostienen las diferentes perspectivas.

La universidad es un gran entramado de actores con bordes relativamente identificables que se vincula en forma permanente con otros actores de la escena pública, tensionando modos de comprender la dinámica social en diferentes momentos históricos, y tomando decisiones que son producto de correlaciones de fuerzas que asumen modos particulares.

Cualquiera podría pensar que decidir hacia dónde y sostener el cómo es una tarea sencilla que decanta rápido. Sin embargo, un proceso que busca direccionalidad estratégica, requiere de un conjunto de actores que tenga la valentía de interpelarse a sí mismos y en relación con un escenario que los envuelve y constituye. Una organización que solo debate tácticas para perpetuarse no avanza, no profundiza y no se siente parte de la sociedad que cotidianamente la demanda y en la que está inmersa.

Cualquiera podría pensar que se trata de un debate disciplinar, donde la diferencia o similitud se encuentra vinculada al lugar de donde egresamos. Sin embargo reconstruir sentidos, definir posiciones, trasciende los alambrados disciplinares, colocándonos en otro tipo de debate.

Nuestra universidad se encuentra en este proceso: ha sido capaz en los últimos años de debatir proyectos, de pensar el mediano y largo plazo, de consolidar direccionalidades. De iniciar un camino que pretende superar las miradas parciales desde las diferentes institucionalidades que la constituyen para sostener un proyecto de universidad que es más que la suma de las partes.

La apuesta por la inclusión es sin duda un indicador directo de este modelo de universidad que se va consolidando año a año, trazando un horizonte claro que permite sentirse parte o diferenciarse. Esa inclusión es para los que ingresan, pero también para los que requieren de un acompañamiento que cree opciones. Allí vamos. A los barrios, a los lugares por donde transitan jóvenes que pueden mejorar sus condiciones de vida a partir de oportunidades de educación y capacitación.

Allí está nuestra Escuela Universitaria de Oficios, repartida en el territorio, fundamentada en el diagnóstico situacional de los trayectos educativos y las necesidades laborales de aquellos que necesitan oportunidades para mejorar su calidad de vida, sostenida en forma colaborativa por diferentes organizaciones que entienden el desafío de la propuesta.

Allí están nuestros Centros Comunitarios de Extensión Universitaria, espacios cogestionados con actores de la comunidad, organizaciones gubernamentales y de la sociedad civil, que en base a una agenda de problemas construida multiactoralmente conforman mesas de trabajo donde universitarios proponen y sostienen abordajes que superan las barreras disciplinares, participando equipos de dieciséis facultades y de tres colegios de la UNLP. Allí es donde la realidad interpela a la universidad y nos propone que los tres pilares estatutarios se fundan y posibiliten nuevos abordajes, integren investigación de calidad, aprendizaje en situación e incorporen perspectivas externas a la lógica universitaria tradicional.

Hemos tomado desafíos a partir de convenios institucionales, donde diferentes organismos del Estado Nacional han participado a la UNLP en distintos momentos del proceso de producción de política pública. La constitución de la Unidad Ejecutora del Programa Ingreso Social con Trabajo es uno de esos proyectos: espacio de implementación de una política novedosa, compleja, que requiere de instancias donde se pueda reflexionar sistemáticamente, producir conocimiento en tiempo real, que contribuya para modificar diseños de política, que permita que la universidad pública pueda asesorar, contribuir, proponer cambios en un tiempo y un escenario que no espera. Nos interpela, nos obliga a pensar trasdisciplinariamente, a ser capaces de generar propuestas situadas, argumentadas, porque este tipo de experiencias ponen en tensión lógicas diferentes, racionalidades diferentes.

Hacemos investigación básica, aplicada y situada, pensamos la extensión como una oportunidad para que surjan interrogantes, somos capaces de descentrarnos, de pensar modos de comprender y hacer donde el diálogo con el afuera sea clave cotidiana de reflexión y acción, entendemos que la enseñanza es una oportunidad única para formar ciudadanos y profesionales capaces de hacer nuestra sociedad más justa, menos desigual y con más y mejores derechos.

“Explicaciones distintas sobre una misma realidad no solo significan distintas respuestas a una misma y única pregunta, sino distintas respuestas a distintas preguntas”1.

Si el intento por consolidar un proyecto para la UNLP pensado estratégicamente, que la comprende como un todo significado por el afuera, con participación de actores universitarios que más allá de su identidad en torno a claustros o disciplinas se identifican con un modelo de universidad pública, no es argumento suficiente, tal vez el problema no sea como respondemos, sino que no estamos coincidiendo en el tipo de preguntas que orientan la explicación de lo que aquí sucede.

1 Carlos Matus (2007) Teoría del Juego Social. pág. 181

Mg. Maria Bonicatto

Autor: Mg. Maria Bonicatto

Prosecretaria de Políticas Sociales de la Universidad Nacional de La Plata

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